Güisqui es Güisqui

Es Whisky una película coreográfica, un baile de continuas correspondencias, de simetrías entre la imagen y el alma de sus protagonistas. Es Whisky una película de prosa adusta, un poema de la mecánica emocional, una experiencia automática indolente que se sostiene al ralentí bajo la mirada expectante de algún indicio, por mínimo que éste sea, de mostración sentimental de los personajes, Herman y Jacobo, dos hermanos separados no sólo por la distancia de sus lugares de residencia, y Marta (sin hache), empleada en la fábrica de calcetines de este último.

Es Whisky un acto de comunicación sin emisor ni receptor, una ecuación sin incógnitas, una tautología de hábitos grises. Es Whisky una metrópolis de la industria pesada que constituyen las pasiones humanas, un pretexto que oculta la verdad incognoscible de los tres seres implicados en una trama ciertamente absurda. Engranaje de lo cotidiano, silencios rotos por la imagen de un calcetín defectuoso, agujereados por una banda de sonido que tiene cierta dificultad en ponerse en marcha, como el coche que no arranca en el primer intento, o la iluminación fluorescente de la fábrica cuyo zumbido resuena dificultosamente un día tras otro.

Pero una vez que las piezas se activan, que los signos de frágiles grietas se omiten sin permitir el paso a nuevas miradas, todo fluirá, como siempre, bajo el orden imperturbable de la pesadumbre. Miradas como pozos ciegos que no dejan entrever qué sienten y qué piensan sus protagonistas, que juegan a existir como seres cuasi-inanimados.

Es Whisky una palabra-efecto, la impresión de un gesto en el ánimo provocado de nuevo por la máquina, una sonrisa ante un disparo fotográfico. Es Whisky un vivo homenaje al gran Aki Kaurismaki.

(Esmeralda Barriendos)