La tragedia hace presa en el tío Barret. Su barraca, por la que ha trabajado la tierra durante toda la vida, al igual que lo hicieron su padre y su abuelo, se le escapa de las manos. Ahora, en la vejez, no rinde trabajando la huerta como en la juventud y no puede hacer frente a los débitos. Don Salvador, el propietario de la barraca le apremia para que pague las deudas contraídas. Al no poder hacerlo, le denuncia al juzgado para que proceda al desahucio. El tío Barret, Amparo, su mujer, y sus cuatro hijas, son puestos en la calle. Les recogen los vecinos amigos ya que sólo pueden prestarle esa ayuda. El tío Barret, encendido de rabia, no se resigna a perderlo todo. Él irá a la cárcel, pero su barraca no la disfrutará el maldito viejo usurero.