Aún después del cierre de la línea, el viejo jefe de estación sigue fiel a su tarea. Todas las mañanas se viste su uniforme para saludar el paso del último expreso, el de las 10:10. Su paga de jubilado la guarda íntegra para un largo viaje en tren que no llegará a realizar por culpa de un discurso traicionado, de una amistad vendida.