A hard day’s night fue un estallido glorioso, que no tenía de lo que otras películas musicales hasta entonces ofrecía, es decir, una imagen estereotipada de unos ídolos que intentan pasar por situaciones supuestamente normales, pero que en el fondo resultan muy falsas. Los Beatles lograron justo lo contrario, elevando cada uno de sus personajes al límite de la broma de sí mismos, con una capacidad admirable de ruptura con lo establecido, mostrándonos su humanidad como una gran sinceridad. Por eso, es imposible olvidarse de esta película, desde su comienzo con las carreras para huir de las fans hasta el final con el documental auténtico del concierto. En ella está toda la esencia Beatle, su sentido de la sana revolución, sin la salvaje violencia de los Rolling Stones, pero que en el fondo persigue los mismos propósitos. Y todo, con una gran sencillez que describe la vida de los cuatro Beatles preparando una actuación en directo retransmitida por televisión.

Al estilo de los hermanos Marx, los Beatles se ríen de sí mismos, de su imagen, reconocen que estaban prisioneros del éxito, sin apenas tiempo para ellos mismos, pero todo esto les resulta agradable, porque en el fondo, al menos por entonces, la fama era así, una cárcel de oro, sí, pero muy placentera. 

Las imágenes, junto a las canciones que aparecen en ella, son el reflejo de los Beatles, de una vida llena de hermosura, libertad y vitalidad, como su propia música. La película comenzó a rodarse el 2 de marzo de 1964 en los estudios Twickenham de Londres. En ese rodaje George conoce a Patti Boyd, modelo y figurante de la película como fan de las escenas tomadas en la estación de Paddington.

En un principio, el título nunca estuvo muy claro y hubo que esperar hasta el 13 de abril para conocer el título oficial. Éste se extrajo de un comentario de Ringo tras un duro día de trabajo.