V.O. con subtítulos en gallego.

Cuantas veces hasta nuestras bocas llega esta frase. Parece que ante cualquier situación en la cual la solución es un poco enredada o no nos agrada el desenlace, solemos concluir con que: así es la vida.

Este es otro caso. En el año 1937 la compañía de teatro Muíño Alippi presenta durante todo un año, con tremendo éxito, la obra de Malfatti y De las Llanderas. Y la oferta de llevarla a la pantalla grande no tarda en llegar. Esta obra se basa en  algunos aspectos cotidianos de la vida contemporánea de aquella época en la Argentina. Resulta que miles de inmigrantes habían encontrado un buen futuro en la Argentina: posibilidades de negocios, de adquirir parte de un suelo bien dotado de riquezas naturales y la posibilidad de hacer crecer a los hijos con un futuro de buenos pronósticos.

La historia se centra en un matrimonio criollo, el cual con esfuerzo se abre camino a un buen porvenir. De a poco, van viendo crecer a los pequeños hijos. Al mismo tiempo, se conoce la historia de dos amigos de la familia, un italiano y un gallego que han encontrado en la Argentina la posibilidad de darle a los suyos una mejor vida. Esto se refleja en que tienen la posibilidad de tener su propio negocio, el cual les permite en algunos años comprar unas tierras en el interior del país.

La familia criolla ve crecer a sus hijos, que con la ayuda de los padres van abriendo su propio camino. Paralelamente a esto, algunos integrantes de la familia, como algunos amigos, se vinculan con la política. La corriente con la que simpatizan es la nueva tendencia emergente, el socialismo, que, desconociéndola un poco, al inicio se presenta como algo peligroso y de a poco va ganando adeptos.

Todos estos fenómenos representados en escena, son fiel inspiración y emulación de la realidad de la década del treinta argentina. Vale rescatar la escena en donde Muíño habla con su futuro yerno sobre sus tendencias socialistas. Una escena muy rica.

El conflicto de la historia se presenta cuando los hijos de la familia criolla de a poco comienzan a dejar la casa paterna y ésta va quedando prácticamente vacía, sólo habitada por el matrimonio que se entristece con la soledad. Pasados los años, el marido enviuda y vive algunos años de soledad y tristeza, hasta que la alegría de los nietos vuelve a llenar con luz la vieja casa. Será porque así es la vida.