Inauguró la sección Una Cierta Mirada del Festival de Cine de Cannes 2009, donde conseguió el Premio Especial del Jurado.
Formó parte de la sección Zabaltegi-Perlas del Festival de Cine de San Sebastián.
Dos jóvenes músicos -un hombre y una mujer- que acaban de salir de la cárcel deciden formar un grupo musical. Juntos, exploran el submundo del Teherán contemporáneo en busca de otros intérpretes. Cuando las autoridades les prohíben cantar en Irán, planean escapar de su existencia clandestina y sueñan con actuar en Europa, pero, sin dinero y sin pasaportes, no será fácil...
Dirige el kurdo Bahman Gobadi (Baneh, Kurdistán iraní, 1969), que estudió Cinematografía en Teherán y empezó trabajando como fotógrafo industrial, además de rodar varios cortos en 8 mm y en vídeo. Entre 1995 y 1999, los cortos God’s Fish, Again Rain with the Melody, This Man Has Arrived y Life in Fog fueron galardonados con numerosos premios. Ganó la Cámara de Oro y el premio de la Fipresci en el Festival de Cine de Cannes 2000 con su primer largo Un tiempo para caballos borrachos, al que siguió Gomgashtei dar Aragh (Perdido en Irak, 2004), Las tortugas también vuelan (2004) y Media Luna (2006). Entre 1995 y 1999 realizó una decena de cortometrajes que obtuvieron numerosos premios en distintos festivales nacionales e internacionales, y en 1999 ocupó el puesto de primer asistente de Abbas Kiarostami durante el rodaje de El viento nos llevará. Como actor se le ha podido ver en La pizarra. Sus películas, centradas en la vida kurda, son duras y realistas, incluso chocantes, pero no suele olvidar el humor y la esperanza.
Según el director “a los ojos del Islam, la música (ghéna) es impura, porque produce alegría y gozo. Oír cantar a una mujer se considera pecado, por las emociones que despierta... En Irán, en los últimos treinta años, cierta música, y en concreto la música occidental, ha sido prácticamente prohibida por las autoridades, y se ha visto forzada a ocultarse en el subsuelo: ¡tiene que ser interpretada y oída en el subsuelo! Pero, aunque haya tenido que ocultarse, la música no ha desaparecido por completo. En todos estos años, muy pocos se han atrevido a reconocerlo. Todo esto me intrigaba y de ahí surgió la idea: el cine me dio el valor para hacer esta película. Desde el momento en que me aventuré a llegar hasta el corazón de Teherán y bajar los oscuros peldaños que llevan a los sótanos en los que se interpreta esta música, descubrí un mundo extraño, diferente y fascinante, un mundo escondido de músicos rebeldes, a los que la mayoría de la población de la ciudad ni ve ni oye. Y cuando presencié su mundo, sus vidas, sus inquietudes artísticas, sus problemas con los vecinos, las detenciones de la policía, las palizas salvajes... y cuando les vi soportarlo simplemente porque cantan, tocan un instrumento y aman la música, me dije que había que hacer esta película. Este trabajo es la primera descripción fidedigna de la realidad de esos jóvenes músicos. En esta película he intentado reflejar el ritmo frenético y el dinamismo de la vida en Teherán. He querido mostrar la ciudad desde un ángulo distinto, y tanto la música como las letras de las canciones han influido en el ritmo de la película. Yo adoro la música. Si no me hubiera convertido en cineasta, habría sido músico o cantante. Puedo cantar kobeyi, ¡y mis amigos dicen que no tengo mala voz! De hecho, estoy grabando mi primer disco”.